miércoles, 23 de marzo de 2011

LA HUMILDAD.

El valor de la humildad ayuda a las personas a contener la necesidad de decir o
hacer gala de sus virtudes a los demás. Una personas que vive la humildad hace
el esfuerzo de escuchar y de aceptar a todos. Cuando más aceptamos, más se
obtendrá el cariño y reconocimiento, porque una palabra dicha con humildad tiene
el significado de mil palabras agradables.
Humildad es aceptar las cualidades con las que nacemos o desarrollamos, desde
el cuerpo hasta las posesiones más preciadas. Por tanto, debemos utilizar estos
recursos de forma valiente y benevolente. Ser humilde es dejar hacer y dejar ser,
si aprendemos a eliminar la arrogancia, reconocemos las capacidades físicas,
intelectuales y emocionales de los demás. Por tanto, el signo de la grandeza es la
humildad. La humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y
adaptable. En la medida en que somos humildes, adquirimos grandeza en el
corazón de los demás.
El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad; cuanto más humildes,
mayores logros obtendremos. No puede haber beneficio para el mundo sin la
humildad. Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes, por
negativos que éstos sean; nunca dirán “no era mi intención decirlo”, según la
actitud, las palabras reflejarán eso, entonces debemos cuidar nuestras palabras
para no lastimar sin desearlo. Cuando expresemos una opinión debemos hacerlo
con el corazón y mente abierta para aceptar las particularidades, la fortaleza y la
sensibilidad de uno mismo y de los demás.
Para ser humildes, necesitamos ser realistas, conocernos a nosotros mismos tal
como somos. Únicamente así podremos aprovechar todo lo que poseemos para
obrar el bien. Siempre encontramos cosas en nuestra propia persona que no nos
gustan, capacidades que no estamos aprovechando o cualidades que no estamos
desarrollando. Lo importante es aceptar la situación e intentar luchar por
superarse día a día.

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